Seguidores

sábado, 4 de octubre de 2008

Demencia

Los cuarenta y cinco minutos que dura la sesión han de ser aprovechados como si de una única oportunidad de contactar con el interior se dispusiese.

Se desconocen las motivaciones profundas de tal sensación, en cambio, se es plenamente consciente de tal circunstancia.

Cuando torna su mirada hacia el interior, lo hace al yo verdadero, no al que todos ven. El conflicto está servido, el maldito juego de las apariencias, ser lo que uno espera aparentar e ingenuamente creer que se es. 

La tormenta interior dicta el caos actual, el juego de creerse “hecho” cuando en realidad se está huyendo de la propia realidad, esa que aborrece pero en la que torpemente se brinda victorias a corto plazo. Hecho éste que maximiza como grandes logros personales sobre otros a los que internamente reconoce superiores, intelectualmente muy superiores. Detesta públicamente lo que anhela, el modelo que defenestra, es el que ansía. 

Tampoco posee la capacidad de autoanálisis mínima para sincerarse y reconocerse honestamente, sólo la podredumbre interior de saberse infinitamente anclada a una personalidad y existencia anónima, vulgar, anodina.

Ser un eterno perdedor no es fácil de aceptar, pero es más difícil invertir el destino.

Saludos, Who.

No hay comentarios: